
El espacio Schengen es uno de los mayores logros del proyecto europeo. Esta zona sin controles en las fronteras interiores ha sido clave para que el mercado único europeo y los derechos que de él se derivan pudieran desarrollarse plenamente.
En la actualidad, el espacio Schengen está formado por 29 países —todos los Estados miembros de la UE excepto Chipre e Irlanda, junto con Islandia, Noruega, Suiza y Liechtenstein— y beneficia a más de 450 millones de ciudadanos europeos, así como a los nacionales de terceros Estados que residen o visitan la Unión.
Su nombre proviene del lugar en que se firmó el acuerdo fundacional: Schengen, una pequeña localidad situada en el extremo sureste de Luxemburgo, a orillas del río Mosela y en la confluencia de las fronteras de Luxemburgo, Alemania y Francia. Desde su creación en 1985, el espacio ha vivido nueve ampliaciones. Una de las primeras tuvo lugar ya en 1991, solo un año después de la firma del Convenio de Aplicación, cuando Portugal y España se incorporaron al acuerdo.
No sería hasta 1997, con la firma del Tratado de Ámsterdam —en vigor desde 1999—, cuando el acervo de Schengen, que incluye el acuerdo original, el convenio de aplicación y otras disposiciones, se integraría plenamente en el marco jurídico de la Unión Europea.
Hoy en día, ante los retos que plantea el actual entorno geopolítico, garantizar el respeto absoluto a los derechos fundamentales en las fronteras exteriores del espacio Schengen y evitar la reintroducción de controles en las fronteras interiores es un desafío compartido. Esto hace imprescindible reforzar la cooperación transfronteriza entre los Estados miembros para preservar uno de los logros más emblemáticos de Europa.
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